DOÑA ISABEL, DIGO ISABEL ! :
HISTORIA #INDECENTE:
– «¡Me haces daño, salte! Quítate de encima, por favor.»
Era las últimas palabras que esperaba oír esa mañana. Serían las 6:00am y estaba amaneciendo. Lamentablemente, me habían costado muchas cervezas y horas de parlas el acabar desnudo en la habitación de aquella rubia despampanante, para terminar, oyendo el estrépito de un fracaso. ¡Suerte de mierda!
Pero empezaré por el principio, me llamo Alberto, tengo 22 años. Había acabado recientemente mis parciales Universitarios y regresando a mi ciudad natal, Cartagena. Esa noche la tenía marcada en rojo desde hacía mucho. Me había propuesto salir hasta perder la cabeza y descargar la tensión acumulada durante meses.
La mujer que acababa de decirme estas tristes palabras acababa de conocerla. Tengo que confesar que, desde que la había visto entrar en la discoteca junto con sus dos amigas, se me había puesto dura. No fue ningún flechazo, no escuché ningún coro de ángeles, ni tampoco se paró el tiempo. Sencillamente, iban las tres vestidas de tal forma, que en algunos prostíbulos las habrían llamado la atención. Yesica, así se llamaba la niña, Yesica con Y, llevaba unos pequeños short blancos, tan cortos que por abajo la asomaban los calderitos de las nalgas, y una camiseta roja de hombreras, en cuya parte superior asomaban, ayudadas por un sujetador una talla más pequeña, dos pequeñas manzanitas que todos los presentes soñábamos con morder desde el momento que hicieron su aparición.
Nosotros éramos un grupo de cuatro muchachos, que nos acercamos a ellas como moscas a la miel. ¡Nos prestaron atención! Lo cual fue un acontecimiento para cuatro estudiantes como nosotros con pocos recursos y menos experiencia en llegarle a mujeres en sitios nocturnos. Nuestra sorpresa fue en aumento cuando después de dejarnos invitarlas se sentaron a nuestro lado. Eran muy populares en el local y parecían disfrutar con bailes sensuales hacia nuestras humildes personas. Siempre he pensado que se juntaron con nosotros por quitarse de encima a un grupo de borrachos. En fin, a ninguno de nosotros nos pareció mal.
También estuvo claro desde el primer momento que la conversación con ellas no iba a ir sobre física cuántica, ni íbamos a meternos hablar de la esencia, la existencia y la sustancia. Eran por resumir tres «chicas malas» e #INDECENTES. También quedaba claro que tenían dinero, al contrario de nosotros, humildes estudiantes sin plata.
Si nos centramos en La Yesi, como la llamaban sus amigas, era todo un bombón cuya presencia me intimidaba, pero aquella noche era mi noche, estaba dispuesto a hacer lo que fuera y si eso incluía el tirarme a una vieja con el cuerpazo de La Yesi, pues miel sobre hojuelas. Tras muchas horas de labia y paciencia, aguantando sus coqueteos a otros chicos y el baile sensual, cuando creía que otra vez me iría a casa solo… nos empezamos a besar tras una columna. Así, sin más, todavía no sé cómo pasó, pero en aquella discoteca mis manos entraron bajo su camiseta, acariciando una cintura pequeña, con una piel suave como la seda y mi lengua recorría cada rincón de su boca. La arrimé con fuerza a mi pene para que notase su dureza y disfrutar cada movimiento de su cuerpo al rozar sobre ese trozo de carne a punto de reventar de calentura. Desde ese instante me olvidé del resto de mis amigos y creo que ella también de sus acompañantes, porque poco después me invitaba a ir a dormir en su casa. ¡Vaya propuesta!
Pensaba que iríamos a una casa donde vivian dos o tres mujeres con los platos sin lavar o algo peor, aunque estaba seguro que no sería un Apto de estudiantes. Quizás fuera una casa en un barrio lejos y peligroso, donde su familia se ganará el dinero quien sabe haciendo que, pero esa noche iba de sorpresa en sorpresa. Me dio las llaves de un Carro deportivo nuevecito que tenía en un parqueadero cercano y me dijo que si podía conducir yo, pues ella iba un poco bebida. Yo también, pero los hombres somos así de estupidos, si nos paran siempre podemos decir «señor agente en mi descargo tengo que decirle que aunque dé positivo, yo solo pensaba en echar un polvo.»
De ahí hasta su casa todo fueron posturitas para mostrarme lo más íntimo de su anatomía. ¡Que me llevase al mismísimo infierno, pero yo a esa se la pensaba clavar hasta las amígdalas!
Cogimos la carretera afuera de la ciudad y no metimos en una urbanización bastante exclusiva. Después de pasar la portería empezó a meterme descaradamente mano para que lo viera el vigilante. Desde luego sabía cómo calentar a un hombre. A un hombre y a todo un estadio de fútbol, porque el portero no le quitaba la vista y yo no veía la hora de descargar mis testículos en algún lugar de su cuerpo.
Una vez en su habitación se desnudó en un visto y no visto. Dada la poca ropa que llevaba no era difícil. Yo tardé un poco más. Me extrañó al levantar la cabeza, después de quitarme los pantalones, que con el calor que hacía se hubiera tapado con una sábana y, más aún, después de haberla visto medio desnuda toda la noche. «Será cosa de seguir jugando» pensé.
Cuando entré en la cama con la verga a punto de estallar pude observar que todavía llevaba una pequeña tanga puesta. Lo deslicé sobre sus muslos agarrándolo por la boca y aspiré el profundo olor de su vagina. ¡Por fin lo veía! Lo imagina, estaba totalmente depilado. Como toda ella. Ya me dijo durante la noche que no se dedicaba a nada. Ni trabajaba, ni estudiaba, con lo que se debía dedicar todo el día al cultivo de su cuerpo y, la verdad, eso sabía cómo hacerlo. ¡Qué belleza! ¡Qué cuerpo! ¡Qué melena rubia! ¡Qué ojos verdes! ¡Qué labios, rojos como fresas! Cintura de avispa, senos pequeños y firmes, coronados de un pezón sonrosado. ¡La mondá! Un manjar para dioses.
Me puse a su lado para tocarla y jugar un rato, pero me dijo que subiera sobre ella. Bueno, pensé «esta prendida y quiere un polvo rápido», pues lo iba a tener. Pero para mi sorpresa, toda la calentura que llevaba antes de entrar a su habitación, se desvaneció en un instante. No se movió, solo puso las manos sobre mi espalda y abrió sus piernas. Puse mi verga sobre sus labios y apreté suavemente. Difícil entrar. La lubricación era escasa. Agarré mi pene para que lograra su objetivo. Tras alcanzarlo empecé a empujar con suavidad. Entró hasta la mitad. Ella cerró los ojos y volteó su cara hacia la ventana. El maldito polvo tenía un cierto regusto a necrofilia y a los dos o tres minutos, le agarre las manos duro… y me dijo:
– «¡Me haces daño, salte! Quitate de encima, por favor.»
Después fue difícil volver a hablar con ella, solo recuerdo que me dijo
«Vamos a dormir, luego te llevo a casa» y me dio la espalda.
¡Vaya plan! ¿qué hacía yo allí, en el culo del mundo, sin carro, sin poder coger un bus, durmiendo con una persona que apenas conocía y que al parecer quería poca relación conmigo?.»
15 minutos mirando al techo y ella ya dormía profundamente. No cabe duda que mi presencia o mi estado de ánimo no la alteraba en absoluto. Egoísta de mierda. Me levanté, me puse mis boxers por no andar desnudo por su casa, aunque hacía un calor me había dicho que no había nadie. Pensé en ir a la cocina.
La casa es enorme. Recorrí un pasillo, bajé unas escaleras, atravesé el enorme hall y a la izquierda vi una puerta acristalada por la que pude ver una fila de electrodomésticos. Entré, abrí la nevera, cogí una bolsa de leche y cuando me dirigía acoger un vaso. ¡verga! ¡Una mujer!
– «Hola ¿quién eres? ¿un amigo de Yesi? Soy su madre, Isabel.»
Pensé ¡Que cagada! Dando vueltas por la casa y, lo que es peor, con una erección como si hubiese usado la piedra #Indecente y me encuentro con su mamá ¿Aparecerá ahora el resto de la familia?. Y para terminar de empeorar el cuadro, como estaba vestida la mamá no me iba a ayudar a trasladar la s4ngre desde mi pne al cerebro. Llevaba un camisoncito blanco como de encaje, corto, semitransparente, que tapaban escasamente unas enormes tetasy unas caderas grandes, al menos comparadas a las de su hija, a la que no se parecía en nada. Morena, ojos negros, piel muy morena y mucho más … no se el calificativo exacto, pero si digo digo que yo veía mucha carne y muy bien puesta.
Me dio un beso en la mejilla y pude sentir como su cuerpo se aplastaba sobre mi pecho. Al igual que yo, sudaba y en la cara y el pelo se veía que acababa de levantarse. Cogió la bolsa de leche de mis manos y se dio la vuelta para tomar un vaso y uas galletas. Al alzar el brazo me mostró parte de un par de nalgas firmes recogidas en unas bragas blancas de algodón.
-«Acaban de llegar ¿verdad? Me han despertado al parquear. Aunque, la verdad es que cuando sale por ahí duermo poco.»
– «Si, hemos llegado hace unos minutos, pero su hija ya está dormida.»- acerté a decir
Puso una mueca de disgusto
– «Esta chica nunca aprenderá, no sé qué vamos a hacer con ella. Sabes, no quiere estudiar y tampoco veo yo que vaya a hacer nada de provecho en la vida. ¿Tu la conoces mucho?»
– «No mucho señora.» – no quise decir «la acabo de conocer y, la verdad, es que yo solo quería culear después de todo un año estudiando y su hija parecía un polvo fácil», pero era lo que quería decir en realidad.
– «Llámame Isabel. Ya decía yo que no te conocía. Tu pareces mucho más educado que esos pelagatos con los que la veo normalmente. ¿a qué te dedicas?»
Cojonudo, ahora me va a sacar el padrón, pensaba, «vaya cagada»
– «Estudio Ingeniería electrica»
– «¡Pero bueno, si eres todo un Ingeniero!» – Ahora parecía que coqueteaba conmigo. Una mano se posó sobre mi pecho y con la otra me daba el vaso de leche con galletas que tenia. Una madre, siempre es una madre
– «¡Uy! que pecho más fuerte y los brazos ¡qué músculos!. Haces deporte ¿verdad?»
– «Estoy en un club de natación.»
Ya no me parecía el comportamiento normal de la madre de una amiga, salvo por lo de las galletas. Al menos, yo no había tenido hasta ese instante ninguna amiga con este tipo de madres
– «Ya veo y por lo que noto no solo son los músculos lo que tienes duro». – y sin más decir agarra mi pene por encima de mis bóxer y empieza a subir y bajar la mano.
– «Pobrecito si se te sale del calzoncillo. Esta hija mía es un caso, tu que has venido aquí para hacer algo rico y mira como te ha dejado. No te apures, no creas que es algo personal contigo, la pasa siempre.» – Mi cara dijo más de lo que yo quería, por lo que rápidamente añadió – «Pero no te creas, que esto otro, aquí en la cocina, conmigo, no ha sucedido jamás. ¿A ver qué vas a pensar?.»
Nada señora, como creía que yo en esos momentos yo era capaz de pensar.
«A ti se te ve a un chico educado, no como esos con los que viene normalmente. Mucho escándalo arman algunos cuando les deja con el calentón. Gracias a los chicos de seguridad de la urbanización, que son bastantes discretos. Cuando se les paga, claro… pero a ti se te ve otra cosa. A ti te voy a ayudar porque veo que los jóvenes de ahora, saben mucho de algunas cosas, pero en otras parecen tontitos. Dos jóvenes en desnudos en una cama y no son capaces de…» – Movió la cabeza expresando un reproche que no supe interpretar a quien iba dirigido, a su hija, a mi o a los dos – «A ver, déjame que te vea esa cosita.»
¡Y me bajó los calzoncillos! ¿Asombroso lo de esta mujer? Y tanto. A continuación, empezó a masturbarme, se agachó y me dio un besito en la punta del glande. Un besito y después me lamio y después… Después empezó a hacerme el oral más impresionante que me hayan hecho en mi vida. Chupaba toda mi verga, desde los huevos hasta la punta, mirando a mis alucinados ojos como si yo fuera su más preciado objeto de deseo y cuando llegaba a la cima, lo devoraba hasta los huevos. Si la saliva resbalaba hasta mi escroto, bajaba y la recogía con su lengua. Se introducía un huevo en la boca, lamía el perineo y subía de nuevo hasta el glande, con una dedicación y una lujuria que nunca había visto en una mujer. Me había ensalivado todo el pene y se la veía que disfrutaba, siempre con una sonrisa picara en sus labios. Llegados a este punto estaba claro que no estaba de más que la tocara las tetas. No iba a molestarse. Eran duras y grandes.
– «¿Te gustan? me las operé hace dos años.» – me dijo con la misma naturalidad con que lo decía y lo hacía todo – «Bueno mi marido gana el dinero y yo me lo gasto, y si él no lo disfruta … pues ya habrá alguien que las aprecie. ¿A ti te gustan?»
¡Qué, el marido! ¿Dónde está?. Otra vez me debió de leer la cara, que esta vez reflejaba un terror que solo la calentura conseguiría ocultar levemente.
– Ja, ja, ja. No te preocupes, se ha tenido que ir de «viaje de negocios» con alguna de sus zorritas. Tu dime, te gustan mis tetas. ¿Son grandes, verdad? A mí me gustan grandes. Hay quien dice que tan grandes parecen un poco bastas. Pero a mí me gustan así, será porque soy de barrio y nací con ellas pequeñas. ¿A ti que te parecen?
Mientras decía esto las había colocado una a cada lado de mi verga y me masturbaba con ellas. Una rusa como Dios manda, si señor, y para que se deslizara correctamente de vez en cuando escupía sobre ellas por lo que iban adquiriendo un brillo delicioso.
– «Que maravilla, mi niño, vaya verga que te gastas. Esta va a dar mucho placer a la mujer que tenga la fortuna de quedársela.»
Yo hablaba poco, solo pensaba » mk, a una puta como tu se lo hago tres veces al día, como recomiendan los médicos «.
Se la introdujo de nuevo en la boca y empezó una chupada de vértigo. Rápidamente movía su cabeza hacia delante y hacia atrás. De vez en cuando paraba y movía su lengua dentro de la boca alrededor del glande. La saliva resbalaba por su barbilla, pero no parecía importarla. Solo un objetivo parecía dirigir sus movimientos.
-«Dime ¿te gusta que te la chupe?»
– «Si, mucho.»
– «Pues vamos dímelo. A una mujer, aunque te lo niegue, la gusta que le digan esas cosas. ¿Cómo quieres que mi hija o cualquier otra chica se excite si no la pones en situación? No ves que el deseo viene del cerebro. dale dime algo de forma caliente.»
– «Doña Isabel, me gusta mucho como me la chupas.»
Empezó a reírse con ganas
– «¡Vaya boquita sucia que tienes!» – se vio irónica con mi timidez – «Y no me llames Doña Isabel, llámame Isabel o mejor Isa, que se te vea con confianza. O mejor llámame zorra o puta, algo #INDECENTE. ¡Vamos!.» – me apremió mientras seguía chupando.
Cogí aire y…
– «Dios, que puta y zorra eres, me estás volviendo loco.» – dije con todo mi alma, pero con gran timidez también.
Más risas, pero aunque me intimidaba me resultaba simpática. ¡Cuánto me gustaba la madre de La Yesi!
– «Muy bien, mi niñote, parece que te animas.»
Después de esto, no tardé mucho en sentir que me iba a venir e intenté avisarla.
– «Doña Isabel,» – me salió de nuevo – «espere, que me vengo.»
Lejos de sacarla de su boca, me puso las manos a la espalda y se la introdujo hasta el fondo de la garganta. La venida, tras una noche con tantas emociones, fue de gloria. Desde su garganta llené su boca e incluso rebosó el recipiente. Se lo comió todo mientras me miraba, hasta aquello que bajaba por su mentón lo recogió con el dedo y chupándolo de forma golosa me dijo
– «¿Quién me iba a decir a mí al levantarme, que me iba yo a tomar un desayuno tan rico? ¿te escandalizas? Mira, niño», – me dijo después con tono decente – «soy una mujer joven, que le gusta el sexo. A ti también te ha gustado y yo no te juzgo.»
Nada que reprochar a su razonamiento.
– «Me casé muy joven con un hombre mayor que yo.» – siguió explicándose – «Es un hombre deslumbrante, no es guapo ni elegante, pero donde está no pasa desapercibido, arrasa. A mí me encandiló con su labia, su carros, sus regalos, …. En fin con un mundo que yo no conocía. Era una chica despampanante, nunca se me dieron bien los estudios y era ayudante en una peluquería de pueblo. Me casé con Pepe porque sabía que era la única oportunidad de salir de esa mierda. Con 19 años tuve a Yesi y luego a dos hijas más, siempre buscando el chico que era lo que quería el papá.»
«Tampoco me puedo quejar, supongo que esto es lo que quería. Ya ves nuestra casa, aquí trabajan cinco personas y tenemos más dinero del que nunca habría pensado. Siempre se le han dado bien los negocios y conoce a un montón de gente que le proporcionan buenos contratos. Tenía una pequeña cuadrilla junto con su padre con la que hacía casas en Manga y ahora es el dueño de XXXX S.A»
¡Como que con Pepe, debía ser José XXX XXX , el constructor! Ahí lo conoce todo el mundo.
– «Sí, impresiona su nombre, pero para mí es un estúpido que no se entera lo que pasa en su familia. Y ya no te hablo de mí, sino de sus hijas. Ya has visto a Yesi, que futuro le espera. Sin estudios, sin espíritu para enfrentarse a la vida. Se casará con algún mantenido o terminará drogadicta o las dos cosas a la vez. Y las otras niñas, yo que sé, tal vez peor»
Vaya situación ahora. Conflictos familiares entre madre e hija y yo en el medio, pero dado lo que acababa de pasar supongo que hubiera sido mal educado dejarla con la palabra en la boca y largarme.
– «A ti ¿que te parece mi Yesi? ¿está buena, cierto?» – me preguntó cambiando de tema y de tono de voz, mientras recogía los vasos del desayuno .
– «Si es muy linda, señora»
– «Hay que educadito eres. Y se viste como una puta ¿verdad?.»
– «Bueno, es una chica joven y tiene buen cuerpo,» – medio mentí – «como usted.» – añadí sinceramente
– Ja, ja, ja – mi timidez le hacía mucha gracia, pero yo no quería meter la pata – ¿Te gustaría verme así vestida? ¿Cómo a mi hija?
La verdad es que ya la estaba viendo con menos ropa.
– «Le quedaría bien seguro.»
– «Sabes yo me dedico a la moda y la estética, no me digas lo que me sienta bien y lo que no. Tengo varias tiendas de ropa y una cadena de estética y peluquería y, por cierto, tu estarías mucho mejor sin tanto vello en el cuerpo. Sobre todo en la verga, que te comes todos los pelos. ¿Tu que piensas?»
– «Quizás tenga razón.»
– «No quiero decir que si te depilo ahora. Solo el pene, de momento.»
– «Ombe, Doña Isabel, no querría molestar. Una mujer como usted…» Solo con pensar que volvería tocar mi vaina empecé a remontar el ánimo.
– «¡Que tontería!, anda que no he pelado yo tetas en mi etapa de aprendiz. Y tu verga ya la conozco para que andes ahora poniéndote colorado.» – añadió guiñándome un ojo – ¡Ay, mira que ricura! si ya empieza a empalmarse de nuevo.»
Sin pedirme más opinión, me cogió el pene y tiró de mi fuera de la cocina como si fuera un perrito.
– «Ven a mi habitación que vamos a quitar toda esa peladera y de paso te voy a enseñar un par de cosas que nos gustan a las mujeres, para que luego las apliques por ahí con las niñas o con mi hija, si es que te sigue gustando»
Su habitación está también en el primer piso. Se dirigió a un armario oculto en la pared y sacó un pequeño asiento de plástico.
– «Puede servir como bandeja cuando te bañas o para sentarte en él. Así me será más fácil.» – me aclaró.- «Pero antes me vas a hacer un favor.»
Abrió otra puerta, detrás había una multitud de productos enormes. Sacó un bote de espuma, una cuchilla de afeitar y una cajita misteriosa. Abrió ésta última y pude ver un frasco trasparente de plástico que contenía un líquido también trasparente. Enroscó en la parte superior un tubito.
– «Es un enema.» – me explicó- «Introduce la cánula por mi culo y ahora te cuento.»
Se bajó las bragas entre risas al comprobar de nuevo mis reacciones, pero todo lo hacía con una normalidad que a mí me tenía hipnotizado. Puso su culo en pompa y me mostró un ano chiquitito, sin un solo pelo en todos sus alrededores. Sin duda predicaba con el ejemplo. La cánula entró con facilidad y empuje hacia su interior los 200 ml que contenía el frasquito. Se incorporó y apretó sus nalgas para facilitar la retención del enema.
– «Bueno, ahora te toca a ti.»
Me sentó encima de la silla y empezó a extender la espuma, mientras apartaba mi pene con la otra mano para permitirse llegar a todas las áreas donde había pelos. Sacó la maquinilla y empezó a afeitar mis partes peludas
– «Deberías luego depilarte todo el cuerpo, pero verás que bonita se te va a quedar toda la zona y mucho más higiénica. Y más apetecible para jugar con ella.»
Tenía maña, sin duda, y a mí toda la escena me estaba provocando una calentura tremenda. Esta mujer andaba sujetándome la verga mientras con la maquinilla y los deditos repasaba todos sus alrededores comprobando el resultado de su trabajo. Difícil de resistir.
Al cabo de unos diez minutos, cuando ya había casi acabado, Isabel se levantó con prisas, fue corriendo a la taza del baño y empezó a soltar todo el líquido que yo la había introducido, más otras sustancias que arrastraba el mismo. Estaba cagando, vaya, y profusamente. Tiró de la cadena para desaparecer el inevitable mal olor, aunque seguía soltando grandes cantidades de líquido por ese culito.
– «Esto te escandaliza. Te parezco una corriente, ¿verdad?. Pues que sepas que las mujeres también cagan, tontito. Esto que ves, aunque parezca lo contrario, lo hago por higiene.»
Evacuó durante un par de minutos más y volvió a tirar de la cadena.
Se bañó delante de mí. Limpiaba su culo con dedicación, seguramente demasiada, pues estuve un buen rato viendo como deslizaba sus manos por su culo enjabonado, recreándose en su raja y su ano. Cuando pensó que estaba suficientemente limpio se vino de nuevo a la bañera sentó al fondo. Dio a un grifo y un montón de chorros empezaron a llenar la tina.
– «Bueno sorprendido, pues estas son cosas necesarias para tener un sexo divertido que te vas a perder muchas cosas bonitas. ¿Es peor ver a una mujer cagar, que meterse en la cama a culear sin bañarse después de toda la noche sudando? puercos.»
Me seguía repasando los huevos y empezó con los alrededores de mi ano. Cuando terminó me bajó de la silla y me empezó a enjabonar como si fuera un niño pequeño, me aclaró y echo un vistazo general toda la zona. Comprobó con la lengua que los pelos habían desaparecido totalmente de la superficie y se dio por satisfecha. Si en su etapa de aprendiz adquirió esta costumbre para comprobar la calidad de su trabajo, debió de alcanzar una merecida fama por toda Cartagena
– «Ahora te toca a ti. Ven, mira mi culo, te parece suficientemente limpio.»
Agarró mi mano y la dirigió hacia sus nalgas. Introduje la mano entre ellas y dirigí un dedo hacia su esfínter. Ella me chupaba la oreja como una gatita y ya se me había atezado otra vez la verga y movía la piel hacia arriba y hacia abajo lentamente.
– «¿Qué te parece soy muy sucia o muy limpia? A que está limpiecito, puedo ser muy mala, pero limpia. Mi culo esta limpio. ¿ah que si? ¿te acuerdas como te deje antes la verga, bien chupadita para que entrara en una vagina sin hacer daño? Ahora te voy a enseñar otro truquito. ¿Quieres?»
– «Si Isa, lo estoy deseando.»
– «Umh Isa ¡qué atrevido! Casi me gusta más cuando me llames Doña Isabel. Me pone #INDECENTE , mi niño.»
– «Pues enséñeme lo que usted quiera Doña Isabel.»
– «¡Uy que malo! ¿a qué la pasas muy bien jugando con la mama de Yesi?»
– «Muy bien Doña Isabel, se sabe usted muchos juegos. Muy divertidos» – Yo ya me iba soltando y empezaba a entrar en su juego, pero Isabel nunca ha dejado de sorprenderme.
– «Chúpame tu ahora. A nosotras también nos gusta mucho y eso nos permite meternos vergas grandotas como esa tuya.»- Halagadora.
Se puso de espaldas y levantando la pierna derecha me ofreció una visión perfecta de su culo, que, ciertamente, no parecía necesitar más lubricación, pero me puse manos a la obra.
– «A que no le chupaste así a mi hija, esto les habría ayudado mucho,» – me daba lecciones de nuevo.»
Lamí toda la raja, degusté sus fluidos e introduje mi lengua en su vulva. Chupé su clítoris como si fuera un niño en un pezón y ella me iba indicando sus gustos.
– «Por ahí mi vida. Más deprisa. No tan fuerte cariño. Métela más adentro así, así, que me estás matando.»
Cada vez hablaba más fuerte y con la respiración entrecortada. Hasta que me agarró del pelo y me subió la cabeza metiéndola entre sus nalgas
– «Y si me quieres chupar aquí, otra entrada que te preparas para después.»- Ya le daba al agujerito con la lengua, cuando la oí decir casi entre susurros -«Y a mi ésta entrada me encanta.»
Estuve un buen rato dándole a la lengua y ella hablando, indicándome cual eran las maniobras que más la gustaban.
– «Es importante comunicar que cosas te gustan y cuales no. No hay que tener vergüenza. Sigue, asi así con la lengua en mi culito.» – me repitió en varias ocasiones y creo que se vino un par de veces.
Pero me cansé de la lección. Me iban a dar calambres en la lengua y ella parecía que no tenía fin en sus enseñanzas. Así que me levanté envalentonado y dije.
– «Creo que ya está usted bastante lubricada Doña Isabel, me gustaría penetrarla.»
-«Ay pero que bien habla mi estudiante. De puro educado me pones caliente, ladrón.»
– «¿Preferiría que la dijera te la voy a meter hasta el fondo ?»
Se rio de nuevo y me contestó
– «Dime lo que quieras, pero métesela ya a Doña Isabel, tu putita preferida» – Desde luego en descaro no la iba a dejar atrás.
Entró con suavidad, seguía de espaldas y se encorvó más para que entrara hasta el último milímetro. No perdimos el tiempo, los preliminares estaban más que cumplidos y yo al menos tenía una necesidad de descargar de nuevo. Nos golpeábamos con fuerza. Ella empujaba hacia atrás y yo apretaba mi pelvis contra su culo. Sus gritos iban en aumento.
– «Dame, dame» – repetía – «más fuerte mi niño, con toda la verga.»
El agua de la bañera chapoteaba y salpicaba todo el suelo y cuando pensaba que ya estaba apunto, que me iba a venir… Noté la presencia de una figura humana nos miraba desde la puerta del baño.
¡Mierda, La Yesi! En esta casa no ganaba uno para sustos. Su cara reflejaba asombro y cabreo a partes iguales.
No sé cuanto tiempo llevaba allí, pero cuando coincidieron nuestras miradas empezó a gritar.
– «No me lo puedo creer. Mi propia madre con este Hp.»
Como era de suponer ella se molestó nomas por el momento ya que constantemente hacia eso con chicos diferentes cuando rumbeaba, llame a un amigo diciéndole que me pagara el taxi de regreso por lo que estaba retirado, Salí de ese mundo estrato alto y me despedí fue de Doña Isabel, con una sonrisa pícara. Espero algún dia volver a verla jajaja.
De ser verdad ese relato, yo creo que ese jueguito la Yesi lo hace siempre dejando a los hombres calenturientos y la madre sale y los espanta. El bato esté tuvo suerte con el día indicado que Isabel queria jugar. Tambien me a salido una milf, esas cosas pasan una vez en la vida jajaja; asi que a disfrutar